lunes, 6 de mayo de 2013

Una semblanza de Pedro García Montalvo

Pedro García Montalvo
 en las Cuevas de Brihuega 
(Guadalajara)

Me cuesta hablar sobre Pedro García Montalvo precisamente porque lo conozco muy bien y desde hace mucho tiempo. Es lo que se llama un viejo amigo. Sin embargo, tengo que hacer notar que la amistad no me ofusca a la hora de la crítica literaria. Sencillamente, a mí me parece un magnífico escritor. No es un escritor a la moda, ni de superventas, ni de los que se hacen populares en los medios de comunicación, ni ninguna editorial crea un personaje volátil sobre su persona para fascinar a un gran público fácilmente manejable. Es un escritor íntimo, particular, secreto, apreciado por lectores fieles que lo siguen y lo disfrutan en plena madurez lectora.
En mi blog y en dos ocasiones, le he dedicado alguna entrada. Esta es de un libro sobre su vida y obra que recomiendo vivamente (seguramente estará en la Biblioteca Regional):


Y esta otra, con motivo de la aparición de su última novela, "El relámpago inmóvil":


Pero tenemos que hablar ahora de él como persona, aunque sea muy difícil separar la faceta de escritor de su carácter y personalidad. En este terreno, lo cierto es que me muevo con más soltura, porque si lo aprecio y lo valoro muchísimo como literato, más aún lo valoro como persona.
Pedro es un murciano, de profundidad, no de folkloreo, murciano que ama su ciudad a fondo, en todo lo que tiene de ciudad mediterránea, de cuna que fue de su infancia y de escenario de toda su vida. Donde tiene a sus amigos y a sus familiares más queridos, por donde realiza día a día su gran afición por el paseo observador y el silencio contemplativo. Disfruta de las mañanas soleadas y de las noches frescas de otoño y primavera. Disfruta de los jardines y de las calles. Es un gran conversador, y valen tanto sus silencios como sus palabras. No le gusta hablar en público, pero le encanta el encuentro amigable e íntimo. Su otra ciudad, sin duda, es Madrid, a la que conoce palmo a palmo, y no sólo en su aspecto físico urbano, sino en sus mismas entrañas, en sus personajes, en su variopinta sociedad.
Ha sido un gran viajero. Ha viajado por todos los países de la cuenca mediterránea, y ha vivido en Estados Unidos y en Inglaterra. Actualmente es viajero amoroso más bien, pues tiene un hijo viviendo en Berlín y allí dirige su mirada cuando piensa en un viaje.
Pedro goza con la vida, con todo lo que la vida ofrece día a día, y escribe, y lee, con recreo y con parsimonia. Pedro es creyente, en el sentido más profundo en que se esta desprestigiada palabra se puede decir. Tiene una fe inquebrantable en la vida y en los seres humanos, aunque sabe de la maldad y de la ignorancia. Su sentido del humor es proverbial. Usa la ironía con distancia y ternura al mismo tiempo.
Pedro ha seguido los senderos vitales con absoluta naturalidad, sin los extremos del que se cree artista y precisa demostrarlo con originalidades fuera de tono. En ese sentido, es de una total sensatez. Fue profesor y sus antiguos alumnos y alumnas aún lo saludan con cariño cuando lo encuentran en la calle o en un local público. Sus amigos son amigos de toda la vida, sabia y amorosamente conservados. Ama con pasión a su familia. Es generoso en sus juicios. Es compasivo. Y si algo le resulta difícil de soportar es precisamente aquello que se opone a estos sentimientos, o sea, la injusticia, la maldad y la ignorancia.

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