miércoles, 5 de diciembre de 2012

Leyendo a Casona

Mónica envía este comentario por correo y lo pongo aquí, con su permiso, para que dé tema de conversación el próximo martes. 

"Se me olvidaba comentar que la lectura de Casona va viento en popa. Anoche empecé con La casa de los siete balcones y he de decir que me he divertido con la lectura. Nunca he leido mucho teatro y he de decir que me está gustando y la obra es un derroche de ironía, con su toque de humor negro que resulta muy divertida. Cómo abarca la muerte de una manera casi idílica y cómo en el fondo nos aferramos tanto a la vida. Ha sido todo un descubrimiento".

 Lo que tiene Casona, como comenta Mónica, es que es amable, divertido, con un toque continuado de ironía y humor negro. Es lectura fácil y entretenida. Por si acaso, os digo algo sobre la lectura de textos dramáticos.

El texto dramático es, de todos los textos literarios, el más objetivo. Quiero decir que es aquel en el que el autor queda más escondido, más oculto. Crea un mundo y lo pone ante los ojos, sin más intervención que las acotaciones, que no son sino indicaciones para su puesta en escena. 
El autor permite que sea el propio lector el que imagine la mayor parte de la información; nos da un diálogo y cuatro rasgos físicos de representación y nos deja la libertad de imaginar lo demás. Cada lector se convierte, en cierto modo, en un director de escena. Así tenemos que leerlo, como si tuviéramos que levantar el complicado tinglado del teatro. 
Yo digo siempre que es también como si tuvieras unos vecinos que hablaran fuerte y tus paredes fueran muy finas, de modo que por el diálogo que escuchas imaginas qué está pasando en la casa de al lado, atribuyes sentimientos, pasiones, actuaciones, hechos, y hasta una apariencia física,a las voces que escuchas. Por añadidura, tienes que imaginar el contexto, cómo es la casa, su decoración, etc. 
Leer un texto dramático es un ejercicio imaginativo único.

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